EXPULSAN A UN SACERDOTE POR PONER PENITENCIAS DEMASIADO DURAS

EL PASO DE DON JULIMBERTO POR VILLAMURRIEL SE CIERRA CON MÁS DE UN CENTENAR DE VECINOS ATENDIDO POR LOS SERVICIOS MÉDICOS

Cuando don Julimberto del Amor Hermoso del Carmen fue destinado a Villamurriel del Pino, provincia de Palencia, todo hacía pensar que el anciano capellán viviría un retiro dorado en tan rústico paraje. No en vano, Don Julimberto había ejercido como capellán castrense en la Tercera Bandera de la Legión con sede en Melilla durante más de treinta años.

Don Julimberto en su época de la Legión, eran días felices para él

No fue así. Desde el primer momento se vio claro que aquello no iba a funcionar. Acostumbrado a los rigores de la vida militar y pleno de ardor guerrero, este sacerdote de ochenta y cinco años que fue expulsado en su juventud del Opus por “ser demasiado duro”, comenzó a dar motivos de preocupación en el Obispado.

Antoine José Gayer Walker, secretario personal del Obispo nos aclara: “La cosa comenzó con una penitencia que puso a una señora de setenta y cinco años, Doña Esmerila, creo que se llamaba. Parece que se comió un caramelo sin azúcar en plena Cuaresma y Don Julimberto le puso de penitencia dar cuarenta vueltas al trote a la manzana donde está la Iglesia por haber caído en la gula. La buena mujer aguantó treinta siete pero al final se le rompió la cadera”.

Poco a poco las penitencias de Don Julimberto fueron haciéndose tristemente famosas. Biribiana Pajotín, concejala de Laicismo del PSOE en Villamurriel, declara: “ No queríamos decir nada porque las cosas están muy tensas con la Iglesia pero lo del Vía Crucis de las fiestas fue demasiado y tuvimos que denunciar”. Según consta en la denuncia, Don Julimberto obligó a los feligreses a realizar el Vía Crucis a “paso ligero”, con los cirios en alto y en cada estación había que hacer cien flexiones. Aquel día en el ambulatorio atendieron a cincuenta y tres vecinos, la mayor parte de ellos jubilados.

Lo del Vía Crucis fue una pasada

Un vecino que, aterrado, quiere permanecer en el anonimato, nos cuenta: “Le gustaba que le llamaran “Páter”. Los ejercicios espirituales que organizaba eran muy temidos. Al principio había gente que escapaba saltando la tapia de la sacristía…..pero puso cristales y alambres de espino en la parte de arriba……además, tenía un perrazo enorme vigilando alrededor, “Cancerbero”, al Trinitario, que logró escapar, le arrancó un huevo de un bocao…”

La dureza de las penitencias iba “in crescendo “ así que los vecinos hablaron con el obispo. “Tenía usted que ver a las “ comulgantas”, con unos brazacos que parecían Marines” apunta la concejala del PSOE. “A la Tiburcia, de poco la deja muda, tiene las cuerdas vocales tan inflamadas que no podrá hablar en un mes. No sabemos qué pecado tendría pero le obligó a hacer gárgaras con agua, alcohol y sulfato de cobre”

Al menos, más vale tarde que nunca, el obispo ha intervenido enviando a Don Julimberto a Afganistán. Al antiguo capellán castrense le ha parecido un destino demasiado flojo y ha declarado para PANDEMONIO DE CAOS: “Esto nos pasa por tener una sociedad de rojeras y blandengues. ¡Viva España!¡Viva Cristo rey!”

Seguiremos informando.