viernes, 18 de diciembre de 2009


Todo comenzó por una absurda nimiedad. D. Torcuato Matoma Ytoma y Dñª Maruja Mon Deyork, yerno y suegra respectivamente, se encontraban en casa del primero —del primero izqda, para ser exactos— cuando, durante una conversación aparentemente banal, surgió un motivo de fricción acerca de cuál sería el menú para la cena de Nochevieja. D. Torcuato sugería unos langostinos de los de toda la vida mientras que Dñª Maruja abogaba por una novedosa receta denominada «Oeufs battus mi-cuits avec oignon et pommes de terre, tour et tour dans la poêle» que había visto días atrás en televisión. D. Torcuato insistió en que él prefería los langostinos, que eran como más resultones, a lo que Dñª Maruja torció el gesto, murmurando por lo bajo algo que sonó como «¿Qué sabrá un paleto…?». El drama estaba servido.

Al grito de «ya está tu madre tocando los cojones» los ánimos comenzaron a encresparse, la conversación a subir de tono y las voces a alzarse. D. Torcuato le espetó a su suegra un «vacaburra» y Dñª Maruja contraatacó llamándolo «pichafloja» y añadiendo que qué esperaba de un tío que ni nietos había sido capaz de darle.

Durante la enconada discusión familiar y en el calor del debate, D. Torcuato propinó un fuerte empellón a Dñª Maruja que la hizo trastabillar y golpearse accidentalmente con el aparador. Finalmente intercedió Lourdes Casal Mon, esposa e hija respectivamente, tratando de imponer paz y cordura, tarea que logró llevar a cabo a duras penas. La agria velada finalizó como el rosario de la aurora, acabando cada uno en su casa y Dios en la de todos.

Pero la tragedia aún no se había consumado. No del todo.

Pocos días después del incidente, D. Torcuato recibió una notificación del juzgado. Cuál no sería su sorpresa al descubrir que, como acusación particular, constaba la asociación GREENPEACE ¿Los cargos? Ataque a una especie en peligro de extinción. La propia Dñª Maruja, haciendo alarde de una iniquidad sin límites, había requerido la protección de la agencia medioambiental argumentando que ella era la última descendiente de una rancia estirpe de probado abolengo —los Mon Deyork de toda la vida—. Los ecologistas a punto estuvieron de desestimar la demanda hasta que cayeron en la cuenta de que, a pesar de que la tesis aportada por Dñª Maruja resultaba indefendible, su similitud física con una foca del Ártico les proporcionaba argumentos más que suficientes para plantear la demanda.

D. Torcuato ha sido puesto a disposición judicial, quedando a la espera de juicio y sentencia.

[La pécora de Dñª. Maruja en un reciente posado]

 

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